Si algún día leyeras esto, espero que no sea porque yo ya no estoy aquí. Todavía serás un niño, o quizás esta carta la leas de mayor, pero quería darte las gracias ahora por lo que has hecho en mi vida y con mi vida, contigo aprendí lo que es el amor verdadero, contigo me reí mucho, contigo me vibraba todo mi cuerpo cada vez que estábamos juntos, contigo volví a vivir una niñez encantadora. El día que te tuve en brazos cuando naciste, fue uno de los días más felices de mi vida. ¡Eras tan pequeñito, tan blandito!. Sentí que el corazón se me llenaba de bondad y de ternura. Sacaste de mí lo mejor que había… y que hacía tiempo que no sentía. Despertastes en mí, inocencia y asombro ante el milagro de la vida. Verte día a día me daba fortaleza para enfrentarme a lo que fuera con tal de verte bien y crecer sano. Te confieso que llegaba del trabajo y al primero que iba a buscar era a ti. Me has enseñado muchas cosas: darte de comer, paciencia, valorar los momentos mágicos de tus sonrisas,